9 de octubre de 1941

Gueto de Kishinev, Rumania (actualmente Chisináu, Moldavia)

"Espero que nos volvamos a ver, pero ahora he perdido toda esperanza de que así sea. Una vez, sólo una vez poder verlos de nuevo, y luego – que pase lo peor."

Carta del gueto de Kishinev

Ida Goldiş escribió esto en la última carta a su hermana mayor Clara, antes de su deportación desde el gueto de Kishinev a Transnistria.

En octubre de 1941 Ida Goldiş, de soltera Bidus, fue deportada del gueto de Kishinev a Transnistria, junto con su hijo pequeño Vili y su hermana menor Doba. Su esposo Yosef estaba reclutado para un batallón de trabajo del ejército rumano.

Ida, Vili y Doba fueron forzados a recorrer el arduo itinerario a pie junto con el resto de los deportados del gueto. Ida y Toba iban cargando a Vili sobre sus espaldas por turno, usando un arnés especial que habían cosido para él. A principios de 1942 el niño murió por congelamiento debido al frío glacial que imperaba y su madre, que había perdido el deseo de vivir, pereció algunos días más tarde, después de beber agua contaminada. Ida tenía 24 años y Vili sólo tres cuando fallecieron.

Ida había conseguido sacar la carta del gueto con un mensajero no judío que trabajaba con Doba en la panadería. La carta fue entregada a Clara que había quedado en Rumania. Clara y Doba (más tarde Schwarz) sobrevivieron. Ambas emigraron a Eretz Israel y conservaron la carta. En 1979 Doba Schwarz entregó Hojas de Testimonio en memoria de su hermana Ida y su sobrino Vili. Yosef también sobrevivió y emigró a Israel.
La carta, escrita en rumano, fue donada a Yad Vashem por la hija de Doba, Yehudit Shelly, que trabajó en los Archivos de Yad Vashem.

9 de octubre de 1941

Mi querida Clara.
Ayer te envié una carta  que, si la recibes,  te provocará dolor.
Te escribo ahora gracias  a la buena  voluntad de este caballero, y te pido que no le digas a mamá la verdad  porque ésta es espantosa. Y no quiero que este asunto  afecte su ya desmejorada salud.
Querida hermana,  desde hace ya unos días que un horrible peligro se ciñe sobre nosotros.  Estamos  por  ser  deportados, a pie, a Ucrania  ('para  ser  asentados allí'... según  dicen  ellos).  Puedes imaginarte nuestra situación,  tener  que hacer  semejante recorrido  a pie, los días son tan fríos. Con un niño pequeño y con las cosas que podamos llevar,  es decir, solamente alimentos para  el camino.
Supuestamente íbamos  a ser enviados en grupos  de 2500 personas  de modo que en cuatro  días  aquí  no quedaría nadie.  El primer grupo  partió  ayer; en él también estaban Rosa con  los niños. Que Dios los proteja. Ayer nuestro  comité  mandó  un representante y nuestra partida,   por el momento,  ha sido postergada por  24 horas; esperamos que la postergación se extienda otros seis meses, es decir, hasta la primavera. A las 6:00  recibiremos la  respuesta   definitiva; pueden ustedes  imaginarse nuestro pánico. Tal vez esta  postergación pueda  también  hacer  regresar al grupo  que ya ha sido deportado.

Te pido, mi querida  hermana,  que me contestes a través de este caballero, quizás él nos encuentre todavía aquí, y quizás sean ésas las últimas  palabras que yo reciba de ustedes.

Querida mía,  las cosas y el dinero que me enviaste  me han  ayudado  mucho,  y llegaron  en el momento  preciso.  Con la lana  que me enviaste,  he tejido una  gruesa bufanda  (triple  punto)  para  el cuello de Vilush  [Vili,  el hijo de Ida, de 3 años  de edad]  porque  quién sabe durante cuántos días estaremos  caminando. Si Dios quiere, que al menos tengamos un buen clima. Te pido que no divulgues  estas noticas, así no tienes que pasar situaciones incómodas y no molestamos  a esta persona  que ha tenido buena  voluntad.

Querida mía, te pido que te ocupes de mamá,  porque tú eres la única persona  que le queda. Nunca hagas lo que nosotros  hemos hecho: nunca  te separes  de ella. Cómo te envidio por la felicidad  que tienes de estar en su compañía. Te acuerdas de que yo solía acusarte  de que tú eras una cobarde,  de que no eras suficientemente activa, de que una persona  debe tratar de luchar para  existir.
No me arrepiento de nada; así es la vida del ser humano. Lo único que lamento es que mis ojos nunca  más podrán volver a verlos a ustedes.  Estoy sufriendo mucho. Antes latía  en  mí la esperanza de que volveríamos a encontrarnos. Pero  ahora he perdido  todo. Sólo una  vez, si tan  sólo pudiese  verlos  a ustedes  sólo una  vez más, y entonces  sí, que después ocurra  lo peor.

Adiós mi querida. Mi madre querida. Mi buen padre; ustedes fueron el primer rayo de sol que calentó  mi vida. No supe proteger a dicho rayo de mi vida,  me marché sin mirar hacia  atrás.  Tuve demasiadas esperanzas (vanas)  respecto  del futuro  como para comprender que estaba abandonando una felicidad que ya nunca  más encontraré.

Te acuerdas, mi  querida hermana, cuán confundida estaba yo  durante la despedida en casa,  cuando  te dije (con enojo): "¿Por qué lloras?  Después de todo,  no voy a morirme".  Discúlpame, querida  mía; fui una tonta. Fue una ligereza de mi parte. Pensé que "todo lo que vuela, se come". Era demasiado joven. Por lo cual, ¿de qué sirven mis disculpas?

Lamento mucho  no  haber comprendido,  durante nuestra despedida, la importancia del momento, no haberlos mirado lo suficiente como para dejar profundamente grabada en mi memoria la imagen de todos ustedes, no  haberlos abrazado con fuerza, haberlos soltado. Ahora en vano miro hacia atrás. Sin esperanzas, porque el destino ha golpeado nuestras vidas con una crueldad terrible, y por más que trato de acercarme a ustedes la realidad brutalmente nos arrastra y nos separa.

Quisiera  tanto  estar  junto a ustedes (después de todo, ya estuvimos  tan  cerca , alcanzamos a acercarnos),  recostarme a sus  pies,  cansada de estos infortunios tan duros,  y allí encontrar mi lugar  de descanso,  y no separarme de ustedes nunca  más.

Tantas veces me he acostado por las noches  con los ojos abiertos. Y así he reconstruido en mi imaginación el momento del reencuentro con ustedes. Me he emborrachado con este pensamiento: cada  vez que lo acababa. Comenzaba una  vez más a soñar  con él.

Ahora ya no espero más nada, Dios no quiere que nos reencontremos; parece que he pecado mucho.
Adiós, mi querida hermana; que vivas con felicidad y que críes a tus queridos hijos con felicidad y salud. Miles de besos sobre sus dulces ojos.

¿Revelina aún se acuerda de mí? Ojalá que pronto, y con  la  ayuda  de  Dios,  puedas ver a Karol  [el cuñado]. Y vivan felizmente sin preocupaciones ni sufrimientos.  Besos a papá  y a mamá, que tengan  buena  salud  y mejores augurios.
Vili y Doba les mandan miles de besos y se despiden calurosamente. Cálidos saludos. Clara. Contéstame por favor.

Suya para siempre, quien piensa en ustedes
Ida [Goldish]

Posdata: Querida Clara,  éste es el segundo  día en que nuestra  partida se pospone  por 24 horas. De modo que hay esperanza  sobre nuestro rescate. Por lo tanto, no te angusties por las cosas que te he escrito.

Carta póstuma de Ida Goldiş enviada a su hermana Clara
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