"Tiempo de curar" (Eclesiastés 3:3)
La historia del Hogar de Niños de Otwock, Polonia

Joanna y Rudolf Nowak

En 1943, después de la liquidación del gueto de Otwock, en las cercanías de Varsovia, Franciszka Oliwa (nacida Roth) huyó a Varsovia. Allí permaneció escondida cerca de un año en el sector “ario” de la ciudad, manteniéndose con trabajos domésticos. En setiembre de 1944, después de la represión de la rebelión de Varsovia, fue enviada en un tren de prisioneras polacas a un campo de trabajos forzados en Kielce. Oliwa despertó las sospechas de las otras mujeres del grupo sobre su origen, y comenzó a temer de que estas la entregarían a los alemanes ni bien llegaran al campo. Todavía en el vagón trabó amistad con una mujer polaca que estaba planeando huir del tren y regresar a Varsovia. Oliwa se confió a la mujer y le pidió que tratase de arreglar su escape, después de que ella misma lograra hacerlo. Al día siguiente, después de la llegada del tren, se presentaron de improviso dos mujeres que nunca había visto y la filtraron fuera del campo, llevándola a la casa de la familia Nowak en las afueras de Kielce.  Joanna y Rudolf Nowak  eran parientes de la mujer del tren y pusieron a disposición de Oliwa una habitación separada después de invitarla a comer con ellos. Cuando les indicó que no tenía con que pagar su hospitalidad, la confortaron  explicándole que no la estaban ayudando por dinero y que eran felices de tener la oportunidad de ayudar a un semejante. Los Nowak aceptaron a Oliwa en su familia y se hicieron cargo de todas sus necesidades. Le permitieron participar en las tareas hogareñas, explicando a los vecinos que había huido de Varsovia. Durante una búsqueda que condujeron los alemanes en el pueblo, Oliwa fue capturada y se temió que sería enviada a Alemania a realizar trabajos forzados. En ese momento apareció Rudolf Nowak  y sobornó a los guardias para que le permitiesen irse. La joven permaneció con la familia Nowak hasta la liberación en enero de 1945. A pesar del peligro que ello suponía el matrimonio Nowak hizo todo lo posible para salvar la vida de  Franciszka Oliwa, por puro altruísmo, sin pedir ni recibir nada  a cambio. Después de la liberación Oliwa regresó a Otwock donde se convirtió en educadora en el orfanato para niños judíos establecido en la ciudad.

El 27 de febrero de 1991 Yad Vashem reconoció a   Joanna y Rudolf Nowak como Justos de las Naciones.   

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