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Rutas de escape a España y Suiza

Desde el comienzo de la ocupación, los judíos trataron de escapar de múltiples formas del territorio francés. A pesar de las dificultades, al principio era posible. Se estima que 20.000 judíos habían huido del país hacia septiembre de 1940. Cierto número se establecieron en el norte de África.
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Algunos se sumaron rápidamente a la causa de De Gaulle y se dirigieron a Londres. Otros, que tenían conexiones antes de la guerra, consiguieron visados para Estados Unidos y se afincaron mayormente en Nueva York. Algunas organizaciones americanas alentaron al gobierno de Vichy a permitir la emigración de judíos, especialmente los niños, a los Estados Unidos. Antes de fines de 1942, la organización judía de emigración (HICEM) consiguió asegurar la emigración legal de 6449 judíos. OSE logró asegurar la emigración de niños judíos de campos de concentración, con la ayuda de los cuáqueros.

Sin embargo, para la mayoría de los judíos franceses el escape legal era una fantasía. La mayoría de los judíos de la Zona Libre (la zona sur de Francia no ocupada) eran refugiados del norte que carecían de los medios o las conexiones para abandonar el país. La obtención de visados de salida y de entrada para cada país, que el refugiado intentaba cruzar era un proceso complicado y costoso. Este problema fue detectado muy temprano por organizaciones humanitarias internacionales que comenzaron a suministrar visados ilegales o falsificados. Varian Fry, un trabajador humanitario norteamericano, situado en Marsella, en nombre del Comité de Rescate de Emergencia, organizó el pasaje ilegal a los EEUU vía España y Portugal de 2.500 judíos (incluidas figuras prominentes como Hannah Arendt y Marc Chagall). Incluso con documentos legítimos, la frontera española era difícil de cruzar. Se abría a horas irregulares y los oficiales de fronteras ponían a menudo en duda la validez de los documentos que portaban los judíos.

Desde el verano de 1942, la decisión del gobierno de Vichy de entregar a los judíos, incluidos los niños, para ser deportados, provocó que se hiciera prácticamente imposible emigrar legalmente. La intensidad de las redadas contra los judíos extranjeros en el verano de 1942 y la ocupación de la Zona Libre por los alemanes en noviembre de ése año destacaron lo urgente que era la emigración ilegal para la supervivencia de los judíos. Era imposible colocarlos a todos en los hogares de familias o en instituciones no judías. No sólo no había suficientes escondites sino que muchas familias rehusaban ser separadas. Asimismo, algunos no poseían un dominio suficiente del francés para poder pasar desapercibidos. España y Suiza, neutrales, parecían los destinos obvios. Mientras el cruce de la frontera española en los extenuantes Pirineos había sido la ruta a la seguridad legal en los primeros años, la necesidad de trasladar niños y ancianos judíos convirtió al pasaje a Suiza en una alternativa más viable. A pesar de ello, los grupos judíos no estaban seguros acerca de la emigración clandestina a ese país, por temor a que los fugitivos fuesen entregados a la policía francesa después de cruzar el límite.

En noviembre de 1942, los italianos ocuparon el sureste de Francia, lo que alentó la esperanza de que sería más fácil pasar la frontera con Suiza. Sin embargo, en septiembre de 1943 los alemanes ocuparon la zona y la viabilidad de la ruta volvió a ser limitada.

Las organizaciones judías EIF (la Sixième), OSE y el Movimiento Juvenil Sionista (Mouvement de Jeunesse Sioniste) cooperaban entre sí y ayudaban a judíos a llegar a Suiza. Para la mayoría, el pasaje era un proceso largo y complicado que culminaba con la llegada a Annemasse, donde la frontera se cruzaba con mayor facilidad. Las organizaciones judías dependían a menudo de la ayuda de colaboradores no judíos: guías y escoltas pagados, funcionarios en pueblos y aldeas cercanos al borde. Algunos sacerdotes, especialmente los vinculados al grupo católico de resistencia Amistad Cristiana (Amitié Chretiénne), abrieron sus monasterios y conventos a los judíos que esperaban ser transportados. Otros hacían todo lo que podían para ayudar a los judíos a cruzar la frontera. El monje capuchino Père Marie-Benoît organizó rutas de escape para los judíos extranjeros desde su monasterio en Marsella.

El paso de la frontera se volvió más peligroso después de la ocupación alemana de la zona italiana en septiembre de 1943. Desde esta fecha, se denegó la entrada a 1.500 judíos a través de la frontera franco-suiza. La mayoría fueron capturados y enviados a campos de exterminio en Europa oriental. La mayoría de los traslados de EIF y OSE tuvieron éxito, pero ocurrieron algunas tragedias. Las acompañantes judías Mila Racine y Marianne Cohn fueron capturadas y torturadas para obligarlas a revelar los secretos de la red de resistencia. Racine fue deportada a Ravensbruck y Cohn fue ejecutada por los alemanes en Francia. Gracias a las organizaciones de rescate judías, en 1943 y 1944 alrededor de 2.000 niños judíos consiguieron cruzar de contrabando la frontera suiza. Al llegar, la mayoría fueron internados en campos.

Después de la invasión alemana a la Zona Libre, la ruta a España se hizo mucho más dificultosa y menos judíos intentaron el viaje. Los alemanes controlaban la frontera desde noviembre de 1942 y establecieron una zona cerrada de 15 km. de profundidad. A diferencia de Annemasse, los servicios de trenes no se detenían en ningún lugar cercano al límite. España era usualmente un destino preferido para hombres solos que aspiraban a continuar la lucha. La mayoría de los refugiados hacían la ruta sin ayuda de organizaciones judías y pagaban una pequeña fortuna a guías locales por su asistencia. Un pequeño número de resistentes judíos organizados, alrededor de 200, también realizó el peligroso cruce.