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La invasión a la Unión Soviética

El 22 de junio de 1941 se inició la Operación Barbarroja, que marcó un punto de inflexión en la política antijudía nazi. El resultado fue el asesinato masivo de alrededor de dos millones de judíos, ejecutado por los Einsatzgruppen en bosques y hondonadas, como los de Ponar y Babi Yar.
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La última etapa de los designios nazis para solucionar el «problema judío» comenzó con la Operación Barbarroja -la invasión de la Unión Soviética (22.6.1941)- ejecutada con una fuerza militar de una magnitud sin precedentes.

Los alemanes pretendían finalizar la campaña antes de la llegada del invierno ruso. Ésta fue planificada con sumo cuidado y por mucho tiempo. Junto a los preparativos militares, los alemanes organizaron unidades de colaboracionistas formadas por anticomunistas ucranianos, lituanos, letones y  bielorrusos. Hitler consideraba a la invasión a la Unión Soviética como la realización de su programa de conquista del «espacio vital» para la raza alemana y la oportunidad de destruir al odiado régimen bolchevique. Por ello, ordenó a los jefes militares no tener piedad con los comisarios políticos y los intelectuales. Esta actitud inspiró la famosa «orden de los comisarios» que definió las reglas a seguir respecto de los comisarios políticos del Ejército Soviético y de los judíos en los territorios de la Unión Soviética.

Al principio, las mujeres y los niños judíos no fueron fusilados (este era el método que se empleaba en los asesinatos masivos en el Este) pero hacia mediados de agosto de 1941 se incluyeron también a estos. Aparentemente, ello comenzó después de la visita de Heinrich Himmler al frente, cuando se hizo evidente que no era viable una solución territorial al problema judío. Desde el punto de vista nazi, las mujeres y los niños no tenían ningún valor como fuerza laboral y debían ser eliminados por ser «consumidores inútiles de alimentos». Todos los judíos de esas áreas se encontraron desde entonces bajo sentencia de muerte.

A la retaguardia de los ejércitos que participaron en la Operación Barbarroja actuaron cuatro «grupos especiales de acción» (Einsatzgruppen) caracterizados con las letras A,B,C y D. Esas unidades estaban integradas por miembros de las SS, policía y unidades auxiliares reclutadas entre la población local.

Centenares de miles de judíos lograron huir hacia el interior de la Unión Soviética, pero la mayoría quedó atrapada dentro del cerco alemán y fueron víctimas de los asesinatos masivos ejecutados por los Einsatzgruppen, el ejército alemán, unidades policiales y colaboracionistas locales. A principios de 1942, más de un millón de judíos fueron asesinados por los alemanes y sus colaboradores. Las masacres tenían lugar generalmente en bosques, hondonadas y edificios vacíos en las cercanías de las casas de las víctimas. A cierta distancia de las fosas comunes preparadas con anticipación, se ordenaba a las víctimas a desvestirse y entregar sus objetos de valor. Luego eran conducidos en grupos a las fosas y eran fusilados. Muchos heridos fueron enterrados vivos.

En el lapso de dos días en septiembre de 1941, los miembros de un subcomando del grupo de acción C asesinaron 33.771 judíos de Kiev en Babi Yar.

Babi Yar se convirtió también en la tumba de gitanos y de prisioneros de guerra soviéticos. En Ponar, un bosque a 10 km. de Vilna fueron asesinadas más de 70.000 personas, la inmensa mayoría de ellas, judías.

Hacia fines de 1941, los alemanes llegaron a la conclusión de que la guerra iba a ser larga, sumamente costosa y que el esfuerzo bélico requeriría mucha mano de obra, especialmente cualificada. Es por ello que decidieron utilizar, temporariamente, a gente de los guetos como trabajadores forzados.

El exterminio masivo fue renovado en toda su furia en los territorios soviéticos ocupados en la primavera de 1942. Hacia la llegada del invierno de 1942 y 1943 los judíos de Bielorrusia y Ucrania occidentales habían sido aniquilados.