El principio
En el diseño original se hablaba de realizar una excavación debajo de la colina, de forma que rememorase la herida sufrida por el pueblo judío. Los arquitectos se inspiraron en la profecía de Ezequiel en la “visión del valle de los huesos secos”:
“Y la mano del Señor fue sobre mí, y me sacó en el Espíritu del Señor, y me puso en medio de un campo que estaba lleno de huesos... Así dijo el Señor Dios a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.” (Cap. 37, 1, 5)
Excavado en lo hondo de la roca madre, con sus paredes elevándose de la profundidad, el valle devuelve a la vida a las comunidades grabadas en los muros. Está formado por más de cien secciones al aire libre, separadas por paredes de roca de Jerusalén. Visto desde arriba asemeja a un laberinto de ruinas, representando un mundo desaparecido.